Salvajes

Ya casi no quedan salvajes en la ciudad. Tan solo unos pocos resabios de vida. Solo unos pocos mantienen su promesa. Todas sus almas muertas en el frío del metal enrojecido por la sangre de inocentes. Incluso la regla final fue violada con atrocidad. La muerte misma es rechazada por los infelices que creen que el destino de todo ser humano es maleable como cera. Las personas, inferiores, se afanan por resistir en un mundo que daña sus almas constantemente. La vida se les escapa como arena entre las manos. La vida se les escapa en un intento desesperado por conservarla y de este modo la desperdician en vano intentando la cura para el único bien que presenta su vida: la muerte.
Tan sólo unos pocos son fieles. Fieles a su orden natural, su destino, la respuesta a la eterna pregunta.  
Viento, Lluvia.
Viento. Dragón furioso que corre en todas direcciones llamando ininterrumpidamente a las almas de la tierra. Algunos lo buscan y otros huyen de el con igual facilidad pero aún así todos lo encuentran. El salvaje que corre libre por la ciudad con sus mil cabezas. Algunos pretenden utilizarlo, considerando que la gracia divina les pertenece para utilizar su poder, su energía vital. Y él la concede. Algunos tratan de matarlo, poniéndole barreras que lo debilitan y destrozándolo en jirones muertos de su suave piel. Pero siempre que haya vida él vivirá, y siempre que la vida halle la muerte él vivirá, porque su esencia misma mueve a la vida en un círculo infinito.
Lluvia. La sombra en la luz, la luz en la sombra. El lobo negro y blanco a la vez que salta en las nubes y en la tierra. De noche es blanco como la nieve, de día es negro como el ébano. En realidad no son dos caras de la misma moneda sino gemelos que nacieron juntos para estar separados. Su poder cae como una llovizna suave en la frente de un niño. Su poder cae como una tormenta eléctrica en las marismas y campos. Su poder cae como la nieve cambiante en las montañas secretas. Su poder cae como rocío gentil en las flores tardías. Su poder cae renovando la vida.
Viento y Lluvia. Hermanos de sangre unidos como uno solo. Cuando el dragón y el lobo pasean juntos la noche se calla. Las aves escuchan su canción danzante en  la noche serena. La luz, amante impura, se aparta a su paso para luego volver a las cenizas que quedaron. Juntos danzan toda la noche en un canto de dolor por lo perdido y aún más dolor por lo encontrado.
El último salvaje. El oculto tras la máscara de timidez. La nada encerrada dentro del todo. La mirada del niño que ve y la sensación del sonido en el oído. El deseo de huir de la cáscara vacía del interior. La mente que aún no es pensamiento y el sentimiento no compartido del ser único que no es un ser. El monstruo con piel suave y ojos de marfil. La garra blanda y roma que araña la piel desde el interior en su lucha por escapar.
Quizás no todos murieron aún. Algunos se pasean por la ciudad escondidos, alienados de todo. Las miradas turbias que se destacan en los rostros vacíos. Tan diferentes de las meras copias como un cachorro de lobo y una serpiente. La mente se les escapa por los ojos. Se derrama suavemente por la mejilla y cae corroyendo al universo en torno suyo, transformándolo en parte de sí mismo: sólo un pensamiento más; O mucho más.
Viento, Lluvia y Secreto. Los trés crecen donde otros agonizan; Y mueren; Y caen. Caen. El secreto se enreda en la lluvia como una pareja de amantes y ambos son arrastrados por el viento en una masa informe y descolorida. Se funden. Se separan. Se vuelven a fundir. Y finalmente, mueren en el suspiro de la noche.